El ferrocarril de la Estación del Norte, establecido en nuestro barrio en el año 1860, acogía entre sus trabajadores – además de los dedicados exclusivamente a todo lo relacionado con los trenes – otros gremios, como eran los caballos de punto (transporte de personas a la ciudad), galeras de carga y fajeros o descargadores de vagones y carruajes. Entre estos últimos – mano de obra barata – destacaba por su gran fuerza y nobleza el popular “PAGOTO”. La ciudad, entre todos sus mitos, lo tenía por un héroe después de su lucha con un oso en uno de los circos que visitaron la ciudad. La historia se resume así:

 

Hacia 1926 apareció en Iruña, en San Fermines, el Circo Ruso, y entre sus “espectáculos” se ofrecía la lucha por parte de un oso viejo (con las manos enfundadas y bozal) contra cualquier espectador que aceptase el reto. Cinco duros era el premio a conseguir si se valía victorioso del encuentro, y en esos años era un dineral. Pagoto, que asistió al espectáculo aceptó el desafío. Tras diversas peripecias en la pelea Pagoto venció al oso y solicitó repetidamente su premio.

 

Arazuri dice esto: “Gente a la pista. Guardias imponiendo el orden y obligando al monsieur (director del circo) a darle al ganador lo convenido. Pagoto, envuelto en una ola embriagadora de héroe popular, en noche de San Fermín, cinco duros más a su bolsillo. Al fin, salida triunfal del circo y vuelta a divertirse, el hombre más fuerte del mundo, en barracas y chucherías y caballicos, y a esperar al encierro”.

 

El destino jugó una mala pasada a la nobleza y sencillez de nuestro Pagoto. El año siguiente, y precisamente el día 6 de Julio, cuando terminaba su labor de carga y descarga hacia las 12 del mediodía fue atropellado en la estación por un camión que lo aplastó. El conductor del vehículo era un vecino de Berriozar. La proximidad de las fiestas hizo caer en el olvido la muerte de PAGOTO.

 

La memoria del fajero fue rescatada por el periódico falangista “Arriba España”, en Mayo de 1939, en el que se publicó lo siguiente: “…tipo conocidísimo aureolado por la historia de su terrible fuerza, era un buen mozo pamplonés, noblote y fuerte. Se llamaba Pagoto, y todos los chicos lo tenían por un héroe, pues todos sabían una de sus grandes aventuras”.

 

Un fajero kiliki recordará o mostrará la fortaleza de Pagoto, además de su humanidad. Una mezcla no siempre conseguida y asimilada en nuestro mundo.