Entre los personajes populares de la vieja Iruña, y más concretamente de nuestro barrio se encontraba Petit, el perrero municipal.

 

La Iruña de los años 20 recogía entre su población a una serie de individuos de reconocida y contrastada originalidad, popularidad y una cierta dosis de extravagancia. Entre estos se encontraban Santana, Conducho, Maxi la Cutera, Ollacarizqueta… y Petit, nuestro Petit. Durante muchos años fue el perrero municipal, que desempeñó su cargo en la perrera ubicada en los desaparecidos corrales del gas, en la fábrica del mismo nombre. En los primeros lustros del pasado siglo XX, se cantaba en la ciudad y en la Rotxapea una canción alusiva a este ínclito personaje, que decía así:

 

“Si vas a la Rotxapea y preguntas por el gas,

verás a un hombre muy gordo, que quiere ser concejal”

 

Y este intento de acceder a la Casa Consistorial iruñesa es lo que elevó su popularidad hasta límites que ni él mismo hubiera soñado.

 

El polifacético Serafín Argáiz nos habla de Petit en una de sus publicaciones: “Había personas dotadas de exuberante imaginación. Paseaba las calles de la ciudad y sus barrios un castizo hombrachón tremendamente grueso, era el perrero Petit. En cuanto aparecía por una esquina los chuchos corrían como alma que lleva el diablo porque se hacía anunciar con un bastón metálico en cuyo interior corría una cuerda que operaba como lazo. Era un entusiasta pamplonés y decía que a nuestra ciudad sólo faltaba “un brazo de mar” y albergaba un propósito de traerlo”. Aniceto Petit, que ese era su nombre, había nacido en Estella y se estableció en nuestra ciudad para desarrollar el oficio de zapatero con el que tuvo muchos problemas. Pretendió y consiguió, la plaza de perrero municipal, que ocupó hasta su muerte. Se comentó en la ciudad que había solicitado el cargo de verdugo…

 

El doctor Arazuri nos acerca más a este personaje y a sus pretendidos proyectos.

 

“Era rechoncho, mofletudo y, como buen pícnico, hablador y comunicativo. Con sus cualidades y por estar todo el día recorriendo las calles de la ciudad se hizo muy popular y reconocido. Impulsado por sin número de guasones, se presentó a candidato de concejal. El buen Petit lo tomó tan en serio que preparó un manifiesto electoral que prometía:

 

1º) Traer un brazo de mar, con barcos y todo, desde Pasajes a la Rotxapea, donde se construiría un puerto marítimo;

2º) Traer el pescado desde el Cantábrico directamente por tubería; disponiendo de esta forma los pamploneses, pescado fresco en inmejorables condiciones;

3º) Solucionar el paro obrero suprimiendo el monte San Cristóbal y dejando en  su lugar una gran llanura.

 

Un día que precedió a las elecciones municipales, el pueblo pamplonés acudió en masa a por el perrero llevándolo en hombros por las calles de la ciudad a los gritos de: - “¡Viva Petit!, ¡Viva Petit!” - Lo malo fue que no salió elegido concejal y nos quedamos sin puerto de mar en la Rotxapea”.

 

Personaje tan singular y tan estrechamente ligado a nuestro barrio merecía recordarse de alguna manera; la realización de un kiliki con su nombre sustituiría la persecución de perros por otra más lúdica, la de los niños de la Rotxapea.